Enrique Mantilla PARA LA NACIÓN
Enfrentar el futuro requiere considerar las siguientes cuestiones: en primer lugar, el hecho de que en la Argentina la elasticidad en el ingreso de las importaciones es mayor a la de las exportaciones (por lo tanto la falta de oferta adecuada de dólares es una restricción al crecimiento). En la raíz de este fenómeno está la estructura productiva actual y la falta de políticas de cambio estructural para modificar la situación.
En segundo lugar: entre 2003 y 2013 las exportaciones tuvieron una variación positiva, explicadas por un 89% en precios y solamente un 11% en cantidad. En 2014, el valor de las exportaciones cayó 12% y en 2015 se estima una caída del 17%.
En tercer lugar hay un dato estructural: la cuenta de energía y combustibles se volvió deficitaria y se necesita un mínimo de US$ 6000 millones (con bajos precios de petróleo y gas) para mantener el abastecimiento energético actual, cifra que se eleva con cada punto adicional del crecimiento del PBI.
Y en cuarto lugar, el hecho de que no se tuvo en cuenta la advertencia que realizó Keynes en su Teoría General: “?Una política de restricciones comerciales es un instrumento alevoso para conseguir un fin ostensible, ya que el interés privado, la incompetencia administrativa y la dificultad intrínseca de la tarea pueden desviarla hasta producir resultados directamente contrarios a los propuestos”. En este sentido la denominada “sustitución de exportaciones” es una política equivocada. El caso de los registros de operaciones de exportación de carne bovina o de trigo son evidencias claras.
Por eso, la Cámara de Exportadores (CERA) promueve hace tiempo la necesidad de adoptar una Estrategia Nacional Exportadora en el marco de una política de desarrollo sostenible, denominada “Argentina Innovativa”.
Una proposición esencial de este enfoque es que cambio estructural para el desarrollo inclusivo no debe pensarse de manera separada de la economía internacional. En la actualidad, la dinámica de la productividad no es independiente de la evolución de la competitividad.
Por una parte -dada su influencia sobre el sector transable y la calidad de la inversión- la competencia internacional es un agente clave que favorece el cambio estructural.
Por la otra, una economía no competitiva enfrenta restricciones de liquidez externa -dinamizadora del mercado interno- creando inestabilidad macroeconómica y volatilidad. Y, como todos sabemos, volatilidad y crecimiento sustentable están inversamente relacionados.
Promover la innovación
Ese enfoque se complementa con un régimen apropiado de políticas que promuevan la innovación y resuelva los problemas de coordinación para beneficiarse de las externalidades y las economías de escala dinámicas.
La importancia de los recursos primarios en la Argentina -con su capacidad de generar excedentes en el sector externo- debe ser vista como una palanca para favorecer esas políticas. Hay que evitar dilapidar ese activo e impedir el desarrollo del sector transable por un manejo inadecuado de la macroeconomía y regulaciones microeconómicas disfuncionales.
La CERA insiste: la Argentina puede crecer sobre la base de actividades con rendimientos crecientes y ricos en la generación de complementariedades, como los que existen entre competitividad, crecimiento e inclusión social cuando lo que promueve la competitividad es la productividad.
Hay brechas de capital humano, energía, infraestructura y eficiencia del Estado que pueden cerrarse si logramos un proceso positivo, donde la habilidad para realizar mejoras continuas es una fuente de ventajas competitivas.
Por eso, establecer reglas de juego que posibiliten protegerse de las turbulencias de la economía global (con dinámicas desequilibrantes) es un requisito para manejar los conflictos distributivos locales y para crear un clima propicio para la innovación, la inversión y la inclusión.
Es momento de volver a proponer a las nuevas autoridades un método de trabajo basado en un “pragmatismo constructivo” para articular un diálogo público-privado con el modelo de diálogo social de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En tanto, la construcción de un Índice Nacional de Competitividad (INC) permitiría focalizar adecuadamente las prioridades, establecer objetivos y analizar el impacto de las políticas. Este índice sería un puente para mejorar la calidad del diálogo público-privado y aumentar la calidad de la política práctica.
Todos quieren crecer, pero no todos están dispuestos a aceptar que el comercio internacional y la participación en las cadenas de valor global está relacionadas con los flujos de tecnología internacional y conocimientos que vinculan estrechamente el comercio con el factor interno, los mercados de insumos, la logística y los procesos de producción.
Es necesario desplegar una estrategia clara y articulada en materia de alianzas y relaciones económicas. No nos conformamos con un Mercosur mediocre y una adaptación pasiva a las políticas chinas. Aspiramos a tener políticas de alta calidad.
Para la CERA, el desarrollo sostenible es un valor central. Operativamente, lo podemos conceptualizar: hay que mantener el stock de riqueza de la sociedad definido de manera amplia y acrecentarlo. La sostenibilidad se garantiza si la sociedad conserva su capital reproducible, su capital humano y natural, y lo mejora.
El modelo de crecimiento con superávit comercial y fiscal impulsando el consumo y promoviendo empresas sustentables y empleos productivos fue abandonado. Hoy la economía crece lentamente, la restricción externa determina el ciclo económico y un tercio de la población tiene bajos ingresos.
Cuando se analizan los obstáculos al crecimiento y sus vínculos con el desarrollo sostenible se puede identificar que:
Las reglas de juego no favorecen un coeficiente de inversión adecuado ya que es menor al 20% sobre el PBI en vez del 28% como se anunció en el Plan Estratégico Industrial 2020.
Hay fallas institucionales que generan un déficit en la provisión de bienes públicos por parte del Estado.
El bajo crecimiento acentúa los conflictos distributivos e incentiva decisiones de corto plazo para zafar en la coyuntura.
Sin embargo, la única fuerza que permite crecer sostenidamente es el aumento de la productividad determinado por el aumento del capital físico y humano por trabajador y el progreso técnico.
Dado el bajo resultado en términos de mejora de la productividad de los últimos años es necesario volver a analizar los vínculos entre la restricción externa, el conflicto distributivo y crecimiento.
Hay una insuficiencia en términos de la falta de generación de dólares. Si nos concentramos en los efectos negativos que la restricción de la oferta de dólares tiene sobre la productividad, se puede identificar que:
Limita la capacidad de invertir y el avance tecnológico ya que parte de los bienes de capital que incorporan progreso técnico deben ser importados.
Resiente la posibilidad de atraer inversión extranjera directa portadora de innovaciones productivas.
Se entra en un ciclo stop-and-go que se convierte en un rasgo estructural de la economía.
La restricción externa genera volatilidad e incertidumbre que afecta la inversión.
La volatilidad aumenta los costos de transacción, limita la calidad de la inversión y dualiza la estructura productiva.
Es evidente que ganar competitividad es central para que la restricción externa no sea un obstáculo para el desarrollo sostenible.
Modelo de competitividad
¿Cuál es, entonces, la competitividad que se debe lograr?
En primer término, la que sea necesaria para que las exportaciones suban al nivel adecuado para financiar el desarrollo sostenible y que, en un mundo organizado a través de cadenas de valor global, permita una adecuada gestión de las importaciones.
En segundo término, la competitividad requiere un aumento de la productividad de la economía y tener adecuados costos internos medidos en dólares.
Por eso, el papel de las instituciones es central pues éstas acotan la incertidumbre y generan confianza. Dado que la inversión privada y los bienes públicos son complementarios, la calidad institucional es la base de una articulación público-privada positiva.
No hay experiencia mundial de industrialización tardía exitosa en la cual el Estado haya puesto derechos de exportación a las manufacturas industriales y que incumpla con el pago -en tiempo y forma- de los estímulos a la exportación y acepte una inflación de dos dígitos altos. Tampoco hay ejemplos de lograr estar en la frontera productiva en el sector agropecuario, energético y minero, con sistemas logísticos e impositivos disfuncionales.
La falta de confianza, naturalmente, refuerza el problema de la restricción externa.
La fuerte caída de las exportaciones desde 2011, el déficit de la cuenta de energía y turismo, el nulo superávit comercial de este año (con cepo incluido), las restricciones en el pago de importaciones y dividendos, y los sistemas de permisos de exportación, son señales claras de que se ha producido un desvío de una política de desarrollo sostenible. También se agrega el déficit fiscal, la inflación y las brechas en infraestructura y energía.
Resulta obvio que se necesitan otras políticas para construir consensos, para promover inversiones, innovar y superar la restricción externa generando empleos productivos.
Dado que las instituciones son las encargadas de generar confianza y la construcción de instituciones depende de la política, es conveniente reconocer que, si bien la política manda sobre la economía, no se puede hacer política de alta calidad económica y social ignorando las restricciones que impone la economía.
Honestidad política
La política debe advertir que actualmente enfrenta restricciones severas y que es necesario construir confianza para adoptar políticas pro-competitividad y cerrar brechas.
Todas estas tareas requieren movilizar importantes recursos financieros: por eso hay que normalizar inteligentemente las relaciones externas y poner énfasis en el fortalecimiento del mercado de capitales y financiero. El subdesarrollo del mercado de capitales es una traba para el crecimiento.
Un Estado que no es eficaz en su tarea de proveer bienes públicos es un Estado que funciona de manera incompatible con el desarrollo sostenible.
En este cuadro de situación la exportación juega un rol clave no solo para superar la restricción externa sino para aumentar la productividad de la economía. Hoy en día, industrializar implica complementación con la posesión de capacidades tecnológicas en la estructura productiva para acercarnos a la frontera tecnológica mundial.
Para la CERA es clave adoptar una nueva Estrategia Nacional Exportadora, la que denominamos “Argentina Innovativa”.
Esperemos que las nuevas autoridades comprendan las oportunidades que abre el nuevo ciclo para instrumentar una política de desarrollo sostenible.
El autor es presidente de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA)
FUENTE: LA NACIÓN