Ing. JORGE SORABILLA
Fundación Pro Tejer
Hubo un pecado original de gestión que se dio a inicios de la asunción del nuevo gobierno cuando se aprobaron las DJAIs pendientes inundando al mercado de productos importados. Esta decisión fue un grave error que instaló en el mercado la expectativa de una apertura comercial que derivó en un abrupto detenimiento del proceso de sustitución de importaciones, el cual ha sido usina de inversión, crecimiento y generación de empleo de nuestro sector en los últimos años.
La cadena de valor textil e indumentaria ha culminado un primer semestre del año muy malo debido a la concurrencia de dos factores: caída del nivel general de demanda y aumento de las importaciones.
Estos fenómenos han impactado negativamente en nuestro entramado productivo manifestándose en caída del nivel de actividad promedio del -25% y suspensiones de la fuerza laboral que, sólo en el eslabón textil, alcanzan al menos los 5 mil puestos de trabajo.
Hubo un pecado original de gestión que se dio a inicios de la asunción del nuevo gobierno cuando se aprobaron las DJAIs pendientes inundando al mercado de productos importados.
Esta decisión fue un grave error que instaló en el mercado la expectativa de una apertura comercial que derivó en un abrupto detenimiento del proceso de sustitución de importaciones, el cual ha sido usina de inversión, crecimiento y generación de empleo de nuestro sector en los últimos años.
Nuestro sector compite con productos importados. Con la caída de la demanda nuestro mercado se estima actualmente en 425.000 toneladas de textiles, el cual es aprovisionado 50% por la industria nacional y el resto es importado. Esta participación ha sido alterada durante el primer semestre del año.
En efecto, en dicho período se importaron 117.000 toneladas de textiles excluidas las materias primas, que implicó un ingreso incremental de 21.000 toneladas en relación a igual período de 2015. Este comportamiento significa una pérdida de 9,8% de participación para la industria nacional.
Perjuicio que implica una reducción en los niveles de producción incompatible con el mantenimiento del empleo sectorial. El gobierno debe detener este proceso de destrucción y dar claras señales de su voluntad de fortalecer el desarrollo industrial del país.
La Fundación Pro Tejer elaboró junto a la Fundación Pensar, cuando el Pro todavía no era gobierno, un set de políticas apropiadas al desarrollo del sector que fue expuesta en nuestra Pro Textil 2015. Los objetivos de este plan apuntan a expandir el empleo de los 420.000 actuales a un millón, duplicar nuestro nivel de actividad acompañando el potencial crecimiento económico del país y generar inversiones para los próximos 10 años por u$s 3000 millones.
Debemos recuperar el espíritu de este virtuoso y posible sendero de desarrollo aplicando los instrumentos de política fiscal, comercial, laboral, financiera y de administración de comercio que, entendiendo las características singulares de nuestra cadena, nos permita iniciar esta agenda de desarrollo industrial para el sector.
Hay que revertir rápidamente con decisión política el daño causado al entramado productivo textil durante este primer semestre.
No podemos seguir excusándonos en el “error de la aprobación de las DJAIS pendientes”, el empleo sectorial está en riesgo y la palabra empeñada por el Presidente de cuidar todos los puestos de trabajo debe ser un objetivo prioritario sobre cualquier otro.
Incluso teniendo en cuenta que si lo que se pretendió hacer, facilitando un mayor volumen de importaciones, fue disciplinar precios, claramente no se logró porque la importación no disciplina precio sino que enriquece a los importadores en detrimento del trabajo nacional.
Ya lo sabemos, no es lo mismo importar que producir con valor agregado y trabajo nacional un producto textil. Debemos encarar los múltiples problemas de competitividad que argentina tiene como país. Ese es el camino.
A modo de resumen me permito señalar, litigiosidad laboral, ausentismo, cargas sociales al trabajo que empujan a la informalidad, tasas de interés abusivas, cargas impositivas desmedidas, altísimos costos de logística, etc.
Cuando resolvamos este desafió, Argentina estará en condiciones de iniciar un proceso de apertura comercial sin poner en riesgo los puestos de trabajo industriales que el mundo tanto cuida y que en Argentina tanto nos cuesta preservar y generar.
Mientras tanto no existe productividad de ninguna empresa nacional o extranjera produciendo en nuestro país,que pueda compensar estos sobrecostos nacionales.
SOURCE: EL CHRONISTA |